Mirando las estrellas como hacía cada vez que tenía un tiempo libre en la noche para relajarse, un tiempo para perderse en sus pensamientos, para imaginar, para soñar, para escapar...
A diferencia de otras veces no había sacado su telescopio, aquel telescopio gris de gran manufactura que compró con lo que vino juntando durante años para ese propósito y el cual encontró en aquella tienda fotográfica dos meses antes acompañando a su prima a comprar un álbum de fotos, no tenía en mente regresar esa tarde a su casa con dicho aparato, no aún, pero el precio de la tienda, por próxima mudanza, era increíble, regresó con el dinero lo más rápido que pudo temeroso de que hubieran comprado los dos que tenían, porque las cosas son así, uno puede ver algo por mucho tiempo pero cuando se decide por ello o tiene los medios para conseguirlo ya no está, justo ese día alguien se adelanta, ¿Podría ello encajar en la Ley de Murphy?, quizá, pero éste no sería el caso... podría empezar a adentrarse en aquel espacio que se le presentaba tan amigable pero a la vez tan misterioso, acercar esas estrellas, acercarlas esa misma noche...
- Sí señor, ¿el negro o el gris?
- Humm... eeel gris, por favor
Durante varias semanas dedicó horas a escrutar el espacio, era como un niño con su juguete nuevo, y como tal, cuando creyó haber escrutado todo lo interesante que podía con el alcance que le permitía ese aparato, dejo de dedicarle tanto tiempo, después de todo, pese a ser de gran calidad, no dejaba de ser un telescopio para aficionados. Por ello, esa noche no lo sacó, esa noche sólo quería ver las estrellas tal como hacía antes, no con el afán científico, sino con algo de romanticismo, algo de nostalgia, sólo ver las estrellas, verlas, perderse en ellas...
Después de haber divagado buen rato en ese manto negro de puntadas luminosas al que entregaba sus pensamientos, respiró hondo, sintió que era suficiente por esa noche, se sentó, aclaró su mente y se levantó, era hora de ir a su dormitorio, levantó la mirada al cielo y la bajó, dio un par de pasos, pero su mente le dijo que algo no era normal, algo no encajaba, al bajar la vista había captado de reojo un actor que no encajaba en aquel escenario que le repetía todas las noches la misma escena. Volteó a ver seguro de encontrar la lógica al suceso, afinó la vista... ¿qué era aquello?, lógico, un avión, sino fuera por el movimiento hubiera pasado por una estrella más, se volteó nuevamente, pero antes de dar otro paso algo en su mente le dijo que analizara nuevamente aquel lejano punto luminoso en desplazamiento, sí, algo no encajaba, examinó nuevamente aquella luz, los aviones tienen luces intermitentes en las alas y en la cola, eso lo sabía, ¿porqué éste no hacía lo mismo?, buscó nuevamente la respuesta lógica en su cerebro, un helicóptero, quizá un globo aerostático o uno de esos con propaganda luminosa, ya antes había visto uno, igual no era tan importante, ya era hora de entrar a la casa. Se daba media vuelta cuando...
– No espera..., la velocidad, esa velocidad...
Volvió a ver. Efectivamente, aunque se encontraba a varios kilómetros de distancia, era fácil notar la distancia que cubría en su desplazamiento, ya casi salía de su alcance visual.
- Un jet, un avión de combate en una prueba de vuelo...
Ir a buscar el telescopio hubiera parecido la idea más sensata, pero aquello tomaría tiempo, calculaba en su mente cuanto tiempo tomaría el bajar corriendo por él, abrir el cajón, sacarlo de su caja, subirlo y montarlo en el trípode, no, era demasiado tiempo, y para cuando regresará posiblemente aquella luz ya se habría ido, así que decidió seguir observando a simple vista.
Aunque buscaba la explicación lógica, sabía que incluso lo ilógico podía ser una respuesta, era una probabilidad, por mínima o insignificante que fuera una probabilidad, no dejaba de ser eso: una probabilidad.
Tenía una respuesta a aquel fenómeno que no quería aceptar, quizá porque cuando uno se vuelve adulto deja de creer en cosas fantásticas, o al menos es lo quiere pensar y trata de convencerse de ello. Pero ¿Cuál hubiera sido la respuesta “lógica” de un niño ante aquel suceso?
Su madre estaba por acostarse, sabía de la fascinación del hijo por las estrellas, y sabía que podía pasarse horas observándolas, lo cual no era muy conveniente en esa época del año pues él se encontraba en exámenes de fin de ciclo y sabía mejor aún lo que le costaba levantarse al día siguiente cuando se excedía en su afición hasta las primeras horas de la madrugada, especialmente cuando subía con el telescopio ese, no sabía que esa noche no lo llevaba consigo, no lo había subido, lamentablemente.
Aróm pensó que ya no había nada más que hacer ahí, el punto ya no era observable a simple vista, a esa distancia sólo quien sabía que estaba por ahí podía ubicarlo, pero en unos segundos ya ni eso sería posible, además ya empezaba a tener sueño, se decidió ahora sí a ir a su dormitorio, pero algo le hizo cambiar de parecer radicalmente, algo hizo que Morfeo lo soltara y lo atrapara el asombro.
Aquel punto de luz hizo algo que ningún punto de luz lógicamente explicable hubiera hecho y lo hizo sólo un segundo antes de que Aróm volteara y se perdiera la escena, aquel punto cortó su trayectoria de oeste a este y se desplazó en un ángulo recto hacia el sur, un ángulo tan bien formado que hubiera podido medirse con un transportador y hubiera marcado esos 90º sin error milimétrico, pero hizo esto sólo para volver a dirigirse mediante otro desplazamiento similar al punto cardinal de donde empezó el avistamiento. Había que aceptarlo, aquella respuesta improbable al inicio era ahora la más lógica.
Aróm miraba pasmado aquel punto que nuevamente se convertía en algo más grande, pasaría esa luz de nuevo frente a sus ojos, sólo un poco más alejada que al inicio, sintió un escalofrío en su cuerpo, mirándola sólo atinó a pensar nuevamente en su telescopio, si hacía su mayor esfuerzo y corría como nunca por él, tendría una posibilidad de ver aquello tan cerca como nadie, era ahora o nunca, corrió...
Saltó los escalones de cuatro en cuatro, atravesó la puerta de su dormitorio sin perder tiempo en encender la luz, y a oscuras abrió el cajón sacudiéndolo pues éste parecía mostrarse reacio a facilitar las cosas, reconoció al tacto el estuche del telescopio y lo jaló, se dispuso a correr nuevamente pero no logró avanzar ni un paso pues el estuche parecía querer regresar a aquel cajón, ¡¿Qué era esto, un complot?!, tanteó a oscuras, un cable parecía haberse enredado en el asa del estuche, arrancó el cable con furia, habría un transformador que arreglar más adelante, pero ahora no importaba, había perdido segundos valiosos en aquella lucha, corrió como si lo hiciera por su vida, saltó nuevamente las escaleras abrazando fuertemente el estuche contra su pecho, faltando dos escalones resbaló, se reincorporó como pudo y terminó de subir apoyándose con una mano, corrió con el estuche hasta el borde del muro, el punto de nuevo se alejaba en el horizonte y no había garantía de que virara nuevamente.
Abrió el estuche casi rompiendo los seguros, que importaba, si algo justificaría la tenencia de ese telescopio era precisamente aquel suceso, las manos le sudaban, todo él sudaba, sacó el telescopio y tuvo que volverlo a poner, primero era el trípode, y el trípode fue extendido, no quería levantar la vista para ver la posición de la luz, perder un segundo más era demasiado, montó el telescopio en el trípode y acercó el ojo al lente, sólo quedaba ubicar el punto y tendría la historia más interesante de su vida, giró el aparato unos centímetros y el lente se alejó instantáneamente de sus dedos y ojo... hacía el piso, aquel trípode no había sido asegurado después de extenderse y se cerró, sólo un ¡crash! dio cuenta del lente grande ahora esparcido en el suelo, como las estrellas que gustaba observar.
Tristeza, rabia, impotencia, todo parecía apoderarse de él, sus ojos se humedecieron, levantó la mirada, cerró los ojos con fuerza para sacar esas lágrimas que le mostraban todo borroso, secar sus propios lentes que eran sus ojos y que no le podían revelar a totalidad la imagen que estuvo a punto de descubrir.
Miró fijamente el punto que nuevamente desaparecía, y quizás ahora para siempre, lo miró desafiante y dijo en su mente:
- Detente. Si puedes oír mis pensamientos ven, acércate, a ver si te atreves a venir por mí.
El punto de luz dejó de hacerse pequeño, parecía haberse detenido, de pronto aumentó la intensidad de la luz y desapareció, casi al mismo tiempo la sombra de Arom se proyectaba sobre el suelo salpicado de vidrios y potentemente iluminado, su sombra cortaba aquella luz como bisturí en un contraste imposible, la vio, y temió voltear la mirada hacia arriba, estaba petrificado, sabía con certeza lo que encontraría al levantar el rostro. Pero en el ser humano la curiosidad puede ser más fuerte que el temor más grande, y aunque sentía como si su cuerpo ya no le perteneciera logró levantar la mirada, un disco de unos ocho metros de diámetro, luminoso como el reflector más potente que hubiera visto jamás, se posaba en el aire con su borde a escasos diez metros sobre su cabeza.
Tomó unos segundos el adaptarse a aquella luz, que extrañamente, pese a su potencia, no parecía hacer imposible la visión directa, dibujándose la forma de aquel disco que mostraba sus escasos detalles.
El disco no tenía ningún aparato de iluminación, era el disco mismo en su totalidad el que emitía luz, fuese del material que fuese, metal o lo que ellos solieran usar, brillaba en tal forma que sobrecogía. La base estaba formada por un circulo de unos seis metros de tal forma que parecía un plato tendido visto desde abajo, no poseía ninguna ranura, ni protuberancia, ni siquiera, o al menos a simple vista, una puerta o algo por el estilo, era a decir verdad bastante simple en su forma, y aún así imponente.
Así también lo hubiera descrito la madre de Arom cuando parada en el último escalón de ascenso, fue también testigo de aquella escena, se encontraba subiendo a buscar a su hijo en el mismo momento de la aparición de la nave y se hallaba ahora también debajo del borde de la misma pero al otro extremo.
Con mucha fuerza de voluntad bajó la mirada hacía su hijo, logrando articular a duras penas:
- A – rom...
A lo que éste, bajando la mirada hacia ella intento responder:
- M...
En ese instante todo se volvió luz...
Y de nuevo la oscuridad de la noche sólo alumbrada por las estrellas, la madre de Aróm aún parada en aquel escalón y sólo un telescopio roto en el lugar en que un segundo antes estuvo su hijo.